Para nadie es desconocido que desde inicios de los años noventa la estrategia económica de Estados Unidos ha girado en torno a los Tratados de Libre Comercio. De los 20 acuerdos de este tipo que ha suscrito en el mundo, la mitad se localiza en el área latinoamericana, algo que ha afectado el desarrollo importante de sectores como la tecnología y ha impedido a muchas naciones hacer lo que hizo China por aquellas épocas: transferencia tecnológica, lo que hoy la ha llevado a ser una potencia mundial en el ramo.
Con el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) firmado en 1994, la idea siempre había sido forjar un gran mercado sin barreras para las compañías norteamericanas, pero ese proyecto fracasó en 2005 por la resistencia que desplegaron varios países latinoamericanos. No se pudo concretar el gran bazar que promovía Washington para manejar las exportaciones desde Alaska a Tierra del Fuego.
La forma de relacionamiento de Estados Unidos con América Latina ha sido desde siempre a través del corolario de Theodore Roosevelt sobre la Doctrina Monroe, donde EU no intervendrá en la región salvo que se vea obligado a hacerlo porque peligran sus intereses o los de sus nacionales en el área de la seguridad o la economía. Este corolario sigue en vigencia a través de diferentes acciones como: ALCA, el Consenso de Washington, la lucha contra el narcotráfico o el terrorismo, con diferentes formas de aplicación mediante las cuales mantiene disciplinada a la región.
Con el fin de conservar su influencia, la política económica de EU hacia América Latina presenta dos nuevas características: ha dado prioridad a la contención de las crisis económicas que afecten el funcionamiento global del sistema. Por ejemplo, se mueve rápido para impedir la generalización de una crisis financiera, como la resultante de la postergación del pago de la deuda de los países de América Latina.
De igual forma, ha dado prioridad a una política que frene las transformaciones sociales más profundas o la implementación de esquemas económicos en donde no esté considerado.
Desde hace varios años, los principales operadores de telecomunicaciones a escala global, fabricantes de tecnología inteligente y las principales empresas de equipos de red están trabajando y colaborando en el desarrollo de la tecnología de red 5G.
Si bien la madurez tecnológica y comercial de la 5G se prevé inicie este 2020, es imprescindible tomar una serie de iniciativas regulatorias y de innovación que permitan experimentar las oportunidades de esta tecnología en la región. Durante los próximos años será necesario impulsar la adopción de estándares, identificar casos de uso, experimentar con las tecnologías y desarrollar los ecosistemas correspondientes, sin que Estados Unidos meta su cuchara y deje trabajar con las tecnologías, provengan de donde provengan.
Es necesario ir más allá de los litigios en marcha y comenzar a plantear la necesidad de una regulación internacional para el desarrollo de tecnologías de la industria 4.0 y las implicaciones para la seguridad de los países y usuarios.
La administración de Barack Obama, en sus últimos años, buscó poner este tema, así como el del espionaje industrial, en la agenda bilateral con el gobierno chino. No obstante, con Trump las cosas tomaron un curso distinto. Washington ha adoptado una postura más agresiva hacia su contraparte china con el fin de lograr concesiones en materia comercial y de seguridad regional.
En un sistema internacional capitalista, caracterizado por lo que se conoce como “destrucción creativa”, es necesario un régimen internacional que ayude a crear un marco de acción en la industria 4.0. Todo ello pensando en dar garantías a gobiernos e individuos en cuestiones relacionadas con la seguridad y protección de datos, así como mantener la libre competencia entre empresas de distintos países. Esas acciones pueden ser un primer paso para evitar un mundo polarizado, así como, entre otras cosas, abrir una nueva etapa de cooperación entre las naciones.
El mercado de telecomunicaciones necesita que, durante los próximos años, se desarrollen prácticas innovadoras para el desarrollo de ciudades, campus y empresas inteligentes, al integrar las TIC’s al conocimiento de la industria y ofrecer soluciones adaptadas a cada situación con el fin de generar valor para los gobiernos y empresas en relación con sus más importantes sistemas de negocio