“Hay que comer para vivir, no vivir para comer”, sostenía Cicerón, escritor, orador y político romano en la Antigüedad. Hoy se sabe que la comida que se consume cada día es fundamental para la salud, y se calcula que, a nivel mundial, los factores de riesgo relacionados con la mala alimentación causan 11 millones de muertes y 255 millones de años de vida ajustados por discapacidad al año.

Un equipo de investigadores científicos de Noruega detectó que un adulto joven puede sumar más de una década a su esperanza de vida si cambiara su dieta de la típica occidental -con comida chatarra- a una dieta optimizada que incluya más legumbres (como lenteja, garbanzo, soja, y porotos), cereales integrales y frutos secos, y menos carne roja y procesada.

El trabajo fue realizado por científicos del Departamento de Salud Pública global y atención primaria de la Universidad de Bergen, en Noruega. Antes de hacerlo tuvieron en cuenta investigaciones previas relacionadas con el impacto de la calidad de la alimentación en la expectativa de vida.

Por ejemplo, el estudio de Carga global de Enfermedades, lesiones y Factores de riesgo que hace el Instituto de Evaluación y Métricas de la Salud de los Estados Unidos proporciona medidas resumidas de la salud de la población que son relevantes a la hora de comparar los sistemas sanitarios, pero no estima el impacto de las alteraciones en la composición de los grupos de alimentos y sus beneficios para la salud individual.

La comisión EAT organizada por la revista The Lancet presentó una dieta planetaria recientemente. Pero ofrece información limitada sobre el impacto en la salud de otras dietas, y pocas personas son capaces de adherirse a enfoques estrictos de maximización de la salud. Entonces, los investigadores de Noruega consideraron que había una gran pregunta para contestar: ¿Con qué plan de alimentación se ganan más años de vida?

En el estudio que publicaron, los científicos noruegos escribieron: “Nuestra metodología de modelización mediante meta-análisis, datos del estudio de la Carga Global de la Enfermedad y la metodología de la tabla de vida mostró que las ganancias de la esperanza de vida por cambios prolongados de las dietas típicas occidentales a las dietas de optimización podrían traducirse en más de una década para los adultos jóvenes”.

Las mayores ganancias en años de vida se obtendrían comiendo más legumbres, cereales integrales y frutos secos, y menos carne roja y procesada. Para las personas mayores, las ganancias serían menores pero sustanciales. Incluso la alimentación de aproximación a la viabilidad indica un aumento de la expectativa de vida en un 7% o más para ambos sexos en todos los grupos de edad.

Las mayores ganancias se obtendrían comiendo más legumbres (2,2 años en mujeres y 2,5 en hombres), más cereales integrales (2 años en mujeres y 2,3 en hombres), más frutos secos (1,7 años en mujeres y 2 en hombres), menos carne roja (1,6 años en mujeres y 1,9 en hombres) y menos carne procesada (1,6 años en mujeres y 1,9 en hombres).

A los 60 años, adoptar una alimentación saludable podría aumentar 8 años en el caso de las mujeres y 8,8 años en el caso de los hombres, y las personas de 80 años podrían ganar 3,4 años, según detallan los científicos.

Llevaron la investigación a una herramienta concreta. Desarrollaron la calculadora en línea Food4HealthyLife que permite estimar de forma instantánea el efecto sobre la expectativa de vida tras una serie de cambios en la alimentación diaria. “Conocer el potencial sanitario relativo de los distintos grupos de alimentos podría permitir a las personas obtener beneficios sanitarios viables y significativos”, afirmaron.

También consideran que la calculadora “Food4HealthyLife” podría ser una herramienta útil para los médicos, los responsables políticos y el público general para comprender el impacto en la salud de las elecciones de las comidas. El estudio noruego fue publicado en la revista PLOS Medicine. El estudio estuvo a cargo del científico Lars Fadnes.

Después de leer el trabajo de los científicos, la especialista médica Marianela Ackermann, integrante del grupo Obesidad de la Sociedad Argentina de Nutrición, comentó: “Hay que tener en cuenta que la salud humana depende de dos grandes variables: los factores geneticos y los adquiridos, que incluyen el estilo de vida y el ambiente que nos rodea. Hoy lo único que podemos modificar son los factores adquiridos, y más precisamente nuestro estilo de vida: cómo nos alimentamos, cuánto nos movemos y cómo gestionamos nuestras emociones y el estrés”.

Los resultados del estudio en Noruega -afirmó la doctora Ackermann, “aportan información sobre en qué medida los cambios positivos en las elecciones alimentarias impactan en prolongarnos la vida”. Para la especialista Ackermann, “no es necesario pasar de la nada al todo. Es decir, no sirve cambiar totalmente los hábitos de comida de un día para el otro porque no se sostienen en el tiempo. Lo que conviene es empezar con cambios moderados para seguir una dieta “factible”. Por ejemplo, se puede comenzar por disminuir el consumo de galletitas y aumentar el de frutos secos o disminuir el de carnes procesadas y aumentar el de legumbres, ya traen beneficios.

También la doctora Ackermann resaltó que nunca es tarde para adoptar una buena alimentación. “Cuanto antes mejor se adopte una mejor alimentación, con más legumbres, granos y nueces, pero nunca es tarde. Los beneficios se vieron a cualquier edad. También hay evidencia que si los cambios se empiezan a los 60 años se obtienen beneficios sustanciales en la expectativa de vida”, destacó.

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