El Museo Exconvento de Tepoztlán, ubicado en el centro de este pueblo mágico, fue construido por los indígenas tepoztecos bajo las órdenes de los frailes dominicos entre 1555 a 1580, y fue dedicado a la Virgen de la Natividad. En 1993, el INAH crea un proyecto de restauración y un año después fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Actualmente, el recinto es museo, la parroquia de la Natividad y el Centro de Documentación Histórica de Tepoztlán.

«Este recinto se inició aproximadamente en 1555; fueron casi 30 años de edificación y pasó por distintos usos sociales. Y en los 90 es cuando empieza el proyecto por volverlo un espacio museográfico, se convierte en un espacio que tiene la peculiaridad de cumplir con una serie de criterios formales que lo volvieron Patrimonio Mundial y se incorpora al proyecto de exconventos de la Ruta del Volcán», expresó Víctor García, director del Museo Exconvento de Tepoztlán.

En los años 80 surgen los Museos de vocación comunitaria, entonces este sitio se considera así por la misma condición de emplazamiento donde se encuentra el monumento, que es Tepoztlán, una zona intersticial entre la vida agricola, pero también muy local, por lo que se consideró un espacio propicio para desarrollar uno de estos proyectos.

«El INAH crea el proyecto de restaurtación y se desarolla esta línea a cargo de Marcela Tostado para crear el museo de corte comunitario. Se hace un rescate del trabajo hecho por los Frailes Dominicos, de restaurar lo que va quedando, y por otro lado, se desarrolla este proyecto que va a terminar la idea del Museo, cuya colección se nutre de la misma gente de Tepoztlán, quienes vinieron a entregar sus cosas que consideraron ser dignas de ser preservadas».

El espacio se vuelve un receptáculo y repositorio, no sólo de lo que funciona como aparato museográfico o colección, sino que se mantiene activa la memoria que debe seguir siendo contada, «pero también debe mantener presencia ya que se sigue tejiendo».

Enfoque comunitario

El Museo siempre ha tenido la finalidad de ser un espacio de corte comunitario y llegar a los distintos grupos sociales que viven en este pueblo mágico, pues sin duda, este espacio forma parte del paisaje y de la vida cotidiana. En 2017, con el sismo, sufrió varias afectaciones y es cerrado por un gran tiempo, para los trabajos de restauración.

«El sismo es un golpe a la labor que se había realizado con cierto éxito y prestigio, y esa sacudida hace a Marcela replantearse y en este ejercicio el museo se convierte también en un Centro de Documentación, a partir de estos ejercicios, para documentar cuál es el espiritu de la época de Tepoztlán en el presente, y cómo se teje esa cosa que se llama memoria, Marcela decide que su ejercicio va más en el Centro de Documentación y se queda como directora de ahí».

Al frente del museo, llega Lucía Ortiz como directora, encontrando con un museo cerrado y dañado.

«El sismo que destruye 50 y tantos monumentos en Morelos, y le implica a la propia institución cerrarse para poder curarse esas heridas fue un proceso de enmudecimiento. Poco a poco se recupera, y en 2020 llega la pandemia por el Covid-19, con el encierro que dejó una especie de deterioro en las formas de trabajo, por ese adormecimiento que todos vivimos, fue difícil trasladar al museo a la virtualidad, y hacer el proyecto ‘Contigo en la Distancia’, porque no se tenía la infraestructura, y aunque había muy buenos proyectos, se empezó a borrar esto que era necesario: la presencia de una institución al servicio de un grupo o diferentes grupos de Tepoztlán». El año pasado, Lucía Ortiz deja la dirección del museo y se integra Víctor García desde hace ocho meses, quien en su proyecto de trabajo busca seguir por la línea del museo comunitario y de trabajar de cerca con la gente de Tepoztlán.

«La investigación, la conservación y la divulgación son las acciones que sostienen al museo. Anteriormente, el museo funcionaba en: ‘yo como especialista les voy decir qué peculiaridades veo de ustedes y las vamos a poner ahí para ver si se reconocen’, un modelo innovador para aquellos tiempos, pero es como un ejercicio de marioneta. Entonces lo que Marcela hace es escuchar a la gente y decir no soy voz, quiero ser un micrófono de la sociedad. Y en este giro, lo que me interesa hacer es que el museo siga teniendo esa vocación comunitaria y sea un espacio de autorrepresentación».

Asimismo, agregó la importancia de tomar en cuenta todas las modificaciones que hay en el territorio, por la interacción social, y que son dignas de ser visibilizadas y discutidas.

El museo es un espacio que permite ser un lugar de ensoñación donde las personas pueden ratificar y contrastar las dinámicas que implica la comunidad para saber si se identifican con sus tradiciones e ideologías, o qué tanto quieren erradicar de sus vidas, qué quieren mantener u olvidar.

De acuerdo con la información del INAH, el convento fue construido por los indígenas tepoztecos con piedras talladas unidas con mortero de cal, arena y aglutinantes vegetales. Aunque la construcción del convento parece simple, se ve agraciada por distintas pinturas sobre los muros interiores. El interior del convento se caracteriza por tener hermosas decoraciones en las bóvedas y corredores que incluyen figuras geométricas y flores dedicadas a la virgen, emblemas de la orden dominica, hojas de acanto y extraños reyes con cola de peces entre otras figuras no identificadas.

Como en todo recinto con historia, suelen contarse leyendas alrededor de este lugar. Una de ellas, contada especialmente por los trabajadores, habla sobre una mujer vestida blanco que salía desde una casa (que ahora es zona de negocios) en la parte de atrás del museo, y se metía al Exconvento y se paseaba por el jardín. Asimismo, se habla de la presencia de monjes dentro del sitio.

En la Revolución, el exconvento fungió como estancia de resguardo para los soldados.

En esa misma época, en la Parroquia de la Natividad se resguardó a la Virgen del Tránsito, cuando la iglesia era utilizada como cocina por las mujeres de los soldados, y solían hacerlo a un lado de la virgen, por lo que la imagen se ensució y deterioró debido al cochambre, por lo que los mayordomos decidieron llevarla a restaurar a Tlayacapan, y surge la historia de que la Virgen ya no quiere regresar a Tepoztlán, y se vuelve esa hermandad entre los pueblos que, en común acuerdo, construyen su capilla en El Plan en Tlayacapan, y el cuarto viernes de cuaresma va a Tepoztlán en caminata para celebrar su día.

El museo está abierto de martes a sábado, de 10:00 a 17:00 horas, y se realizan visitas guiadas para grupos escolares y público en general, previa cita, al teléfono 739 39 502- 55.

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