Un pequeño recorrido por la psique de siete países y sus estrategias para vivir mejor
Cada cultura y sus pueblos tienen visiones diferentes acerca de cómo vivir una vida más feliz y más plena. Algunas de ellas ya se han vuelto muy conocidas, como la práctica del yoga y de la meditación que provienen de la India, el hygge danés o el shinrinyoku (los baños de bosque), que Japón ha popularizado en los últimos años.
Otros rituales, consejos dietéticos, ideas o ejercicios no son tan conocidos, aunque pueden servirnos de inspiración para crear nuestras propias prácticas y aumentar así nuestro bienestar personal, además de ofrecernos la oportunidad de viajar de otra manera y de conocer mejor los países en los que se originaron. Repasamos algunas de estas tradiciones, recogidas en La guía para vivir mejor (Lonely Planet), de reciente publicación:
1. De Dinamarca: trabajar para vivir y la ley de Jante.
Dinamarca se encuentra entre los países más productivos del mundo, por lo que quizá podríamos pensar que los daneses son algo así como adictos al trabajo. Nada más lejos de la realidad, puesto que allí se desaconseja por completo trabajar muchas horas. Existe en el país una cultura general de flexibilidad en el trabajo que garantiza que se pueda pasar tiempo con familiares y amigos, practicar deporte y dedicarse a las propias aficiones. Es más, la presencialidad no tiene un valor especial, y así, esforzarse por ir a trabajar teniendo la gripe, por ejemplo, no es algo que esté bien visto, sino que más bien se considera el colmo de la mala educación. Un empleado feliz es un empleado eficiente, dicen los daneses.
Por otro lado, la Janteloven (la ley de Jante), o una versión de ella, se entiende en todos los países nórdicos, aunque fue un escritor danés-noruego, Aksel Sandemose, quien satirizó cierta mentalidad en su novela de 1933, A Fugitive Crosses His Tracks. En el libro se cuenta la historia de la ciudad ficticia de Jante, cuyos residentes deben seguir 10 reglas que sitúan a la comunidad por encima de todo. Sandemose exageró mucho (la primera regla llega a decir: “no creas que eres especial”) y, sin embargo, incluso hoy, se considera impropio alardear en Dinamarca de los logros individuales. Hay quien afirma que este tipo de actitud supone un freno para el progreso de este país. No obstante, Dinamarca lidera el camino en igualdad social, salud y bienestar, lo que muestra que trabajar en pro del bien común también tiene sus beneficios.
2. De Marruecos: té con menta y limpieza profunda.
A veces llamado «whisky bereber», el té con menta se bebe todo el día, cada día y en todo Marruecos. El ritual consiste en echar té verde en polvo en un cazo de plata, al que se añade después menta fresca y agua hirviendo. Una vez elaborada la bebida se vierte desde gran altura para que se forme espuma, y luego se endulza con mucho azúcar, que tradicionalmente se corta de un bloque en forma de cono. El té con menta se ofrece en todo el país, desde la vivienda más humilde hasta el Riad más lujoso, como signo de hospitalidad que no puede ser rechazado.
Y aunque ir al hammam ya no es una necesidad ahora que la mayoría de las casas tienen baño, aún es una costumbre arraigada en el país. Equipados con un balde, un jabón de aceite de oliva de color marrón y un áspero guante exfoliante, hombres y mujeres se dirigen por separado a la sala de vapor más caliente para abrir los poros. Luego se frotan la piel hasta que está rosada y brillante. Después, sigue una relajación y quizá un masaje en una sala de vapor más fresca. Las mujeres pueden usar arcilla ghassoul para la piel y el cabello. Las novias visitan el hammam con los miembros femeninos de la familia y sus amigas para tener la piel perfecta antes de la boda y así poder aplicarse mejor los dibujos de henna tradicionales en manos y pies.
3. De Gales: la cultura cwtch.
Impronunciable para los no locales, cwtch puede significar desde un abrazo con un ser querido hasta un rincón acogedor en una casa o un espacio público donde uno se sienta a gusto. Este concepto cultural refleja el hecho de que cuando los galeses dejan entrar a otra persona, ya sea en su hogar o en su vida, lo hacen con la bienvenida más cordial imaginable. Un cwtch evoca muchas cosas, dependiendo del contexto: la infancia, un lugar especial, una persona querida…, pero siempre suscita la sensación de un abrazo, muy necesario en una tierra tan propensa a la lluvia.
4. De Egipto: tomar perspectiva y el amuleto del ojo.
No es necesario hablar árabe para darse cuenta de la frecuencia con que insha’allah aparece en cualquier conversación. Traducida como “si Dios quiere”, esta expresión se usa para protegerse de la herejía que se supone que constituye tratar de predecir el futuro. En términos más prácticos, es un concepto que puede ayudar a calmar la ansiedad sobre lo que nos espera y pone en perspectiva los grandes retos de la vida (y la muerte). A menudo es etiquetada en Occidente como una señal de fatalismo y malinterpretada como una renuncia a la responsabilidad, pero a nivel local se aprecia como la aceptación serena de la limitación humana.
Los amuletos con forma de ojo se ven por todas partes en Egipto. Su uso se remonta al menos a la época de los faraones, que fueron enterrados para su protección con el Ojo de Horus. El nazar (o amuleto del ojo) ha perdurado como símbolo del Egipto moderno. Se cree que protege de los espíritus malignos y se relaciona con el “mal de ojo”, una maldición que surge del hassad o la envidia provocada por la buena salud y la fortuna de los demás.
5. De Rusia: el poder de una sonrisa sincera y la felicidad de cultivar tu propia comida.
Quienes visitan Rusia por primera vez a menudo se preguntan por qué los rusos parecen tan ásperos, y a menudo llegan a una conclusión errónea. Los rusos tienen un gran sentido del humor y en cuando se rompe el hielo con amigos locales se descubren rostros que rebosan de alegría. Sin embargo, la mayoría de los rusos cree que una sonrisa debe ser sincera y no una muestra de cortesía banal. De hecho, algunos consideran que sonreír a un desconocido es señal de locura. Cada cultura tiene sus particularidades, y no es necesario que empecemos a imitar esta curiosa costumbre. De hecho, la mayoría sabemos que las sonrisas abren puertas y nos hacen sentir inmediatamente mejor. ¿para qué ahorrárnoslas? Pero quizá la idea puede servirnos precisamente para poner más intención en el gesto y que no sea solo un movimiento de los labios, sino que cuando sonriamos lo hagamos de verdad y con todo el rostro.
Nada resume mejor la resiliencia de los rusos que su capacidad para ser autosuficientes. La mayor parte de las dachas (casas de campo que se usan como segunda residencia) tienen un huerto. Muchos de los productos que de ellos se obtienen se conservan en vinagre en invierno y se guardan en almacenes anexos a muchos bloques de pisos de la era soviética. El hecho de que Rusia sobreviviera a una posible hambruna a principios de la década de 1990 se debió en gran parte a los productos de sus dachas. En 2003 una ley recogió el derecho a cultivar los propios alimentos, algo que quizá puede servirnos de inspiración a la hora de crear nuestro propio huerto, aunque sea con una humilde maceta de tomates en el balcón.
6. De Bulgaria: las virtudes del yogur y un rito primaveral.
Si nos fijamos un poco veremos que en los ingredientes de muchos yogures aparece Bulgaria en la letra pequeña. Lactobacillus bulgaricus, la bacteria responsable de convertir la leche en yogur, fue descubierta por el microbiólogo búlgaro Stamen Grigorov. De ello podemos deducir que los búlgaros son fanáticos de los lácteos y añaden su famoso yogur al tarator (sopa fresca de pepino y ajo), snezhanka (ensalada con ingredientes similares) y otros postres de frutas. El yogur proporciona proteínas, calcio y otros minerales, además de diversas vitaminas. Teniendo en cuenta la proporción de personas centenarias en los montes Ródope no sería de extrañar que este alimento tuviera ciertas propiedades que nos ayuden a vivir más años. ¿A alguien le apetece uno?
Sabemos también que durante siglos, los búlgaros han celebrado la primavera con la misma tradición. Ya llevamos algunas semanas de estación, pero todavía estamos a tiempo de imitarla o de celebrarla de forma parecida inspirándonos en ellos. Amigos y familias se intercambian martenitsi, diminutos adornos de hilo rojo y blanco. El receptor lleva o usa la martenitsa hasta que ve una cigüeña o un árbol en flor, y entonces ata el adorno a la rama más cercana. Estos intercambios tienen lugar en Baba Marta (1 de marzo), que debe su nombre a la mítica “abuela de marzo”, cuyo estado de ánimo marca el inicio de la primavera. El ritual vincula el amor y la amistad con el mundo natural y fomenta la observación e la vida silvestre en un momento en que Bulgaria despierta de su letargo invernal.
7. De la India: la cultura del karma y la celebración de la luz.
El principio de causa y efecto está entretejido en la cultura hindú, el budismo, el jainismo y el sijismo, así como en la propia trama de la sociedad india. El concepto indio de karma es mucho más complejo que simplemente “hacer cosas malas, sufrir cosas malas”. Se trata de una visión que lo abarca todo, que reconoce que la existencia es una cascada interconectada de actos y resultados y que la mente iluminada puede orientarse en la vida como un marinero que busca un paso en las estrellas. En el centro subyace la idea de que, si se mira hacia dentro y uno mismo mejora, puede mejorar el mundo entero.
El explosivo festival de Diwali (Deepavali) es solo la expresión más exuberante de la metáfora favorita de la India: el uso de la luz para iluminar la oscuridad espiritual, así como la física. En la filosofía hindú, la luz es conocimiento, mientras que la oscuridad es ignorancia, y las entidades malignas no son temidas por su apariencia monstruosa, sino por su poder para arrastrar a las personas de pensamiento ignorante. Rituales como el aarti, la ofrenda del fuego a las deidades hinduistas, proceden de esta misma intención e iluminar las cosas espirituales, alejando la oscuridad de las preocupaciones materiales que suponen obstáculos para la maksha o liberación.